Cielo e infierno: Lecciones desde un planeta vecino
- Alberto Pisabarro

- 15 may
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 jun
“Los mundos pueden tener historias de advertencia. Venus es uno de ellos.”

Desde pequeño me intrigaron los planetas, pero Venus siempre fue un misterio. Tan brillante en el cielo, tan cercano… y sin embargo tan inaccesible.
El 26 de octubre de 1980 se emitió por primera vez el cuarto capítulo de Cosmos, Cielo e infierno. En él, Carl Sagan nos revela la verdadera naturaleza de Venus: un planeta abrasado por temperaturas extremas, con una atmósfera densa y venenosa. Pero más allá de la ciencia planetaria, lo que me atrapó fue el mensaje profundo que encierra esta historia, dado que este episodio no solo es una lección de astronomía, sino una advertencia. Un espejo en el que podemos ver el futuro de la Tierra si no cuidamos nuestro propio mundo.
Cielo e infierno me impactó por su crudeza y su belleza. Sagan tiene la capacidad única de tomar datos científicos complejos y darles un sentido emocional, casi poético. Aquí no solo aprendemos sobre Venus, sino también sobre la Tierra, y sobre cómo el destino de un planeta puede depender de las decisiones que se tomen… o que se ignoren.

Me sorprendió descubrir cuánto se había fantaseado con Venus en el pasado: selvas exóticas, océanos bajo nubes espesas, incluso vida alienígena. Y sin embargo, cuando las sondas llegaron y revelaron un mundo hostil, ardiente, irrespirable, la ciencia tuvo que enfrentar esa verdad incómoda. No era el Edén que esperábamos, sino un infierno que habíamos proyectado sin conocer.
Pero lo más poderoso de este episodio es la conexión con nuestro propio futuro. El efecto invernadero que convirtió a Venus en un horno incontrolable no es solo un fenómeno distante: es un proceso que también hemos activado aquí, en la Tierra. Y aunque estamos aún a tiempo, la advertencia es clara.

Una de las partes que más me impresionó fue el relato del incidente de Tunguska. Carl Sagan logra transmitir con asombro y humildad lo pequeños que somos frente a la fuerza del cosmos. La idea de que, en 1908, una explosión tan poderosa como cientos de bombas atómicas arrasó un bosque entero en Siberia, sin dejar un cráter visible, me dejó pensando en lo frágil que es nuestra existencia. Esa escena me recordó que el cielo no solo es bello, también puede ser impredecible.
Algunas imagenes del incidente de Tunguska en 1908 y un dibujo que intenta recrear como se vio el incidente.
Sagan no juzga, pero tampoco se queda en la neutralidad. Explica con una serenidad inquietante lo que podría pasar si seguimos ignorando las señales: que nuestra atmósfera se convierta en una trampa, que el planeta que amamos se transforme en uno inhabitable. Eso me dejó pensando durante mucho tiempo. La ciencia, entendida así, no es solo conocimiento: es conciencia.
Este episodio me hizo valorar aún más la importancia de la exploración espacial. Ir a otros mundos no es huir del nuestro, sino aprender de ellos para proteger el que tenemos. Venus, en su tragedia, se vuelve una maestra silenciosa. Y Sagan, con su manera de contar, nos invita a escucharla.
Las sondas Venera, fué la misión rusa capaz de capturar estas maravillosas imágenes.
Algunas curiosidades interesantes:
La densa atmósfera de Venus está compuesta principalmente de dióxido de carbono, lo que produce un efecto invernadero extremo.
La presión en la superficie de Venus es más de 90 veces la de la Tierra, equivalente a estar a 1 km bajo el agua.
Sagan trabajó directamente en el análisis de datos de las sondas Venera (URSS) y Mariner (EE.UU.), que proporcionaron las primeras imágenes reales del planeta.
El episodio combina imágenes científicas con animaciones que ayudan a imaginar cómo fue la evolución climática de Venus.

Este episodio me enseñó que la ciencia no es solo búsqueda de conocimiento, sino también de sabiduría. Que mirar hacia otros mundos no es una evasión, sino una forma de entender mejor el nuestro.
Venus no es solo un planeta. Es un mensaje. Un ejemplo de lo que puede pasar cuando un equilibrio se rompe, cuando la atmósfera se convierte en prisión, cuando las condiciones de vida desaparecen. No ocurrió de la noche a la mañana. Fue un proceso gradual, pero irreversible.
Sagan nos habla con serenidad, pero también con urgencia. Nos recuerda que la Tierra, aunque viva y diversa, no es invulnerable. Que si no escuchamos las advertencias, podríamos encaminarnos hacia nuestro propio infierno climático. Pero también nos deja una puerta abierta: la posibilidad de actuar, de comprender, de cambiar, aunque hay que recordar que el 26 de octubre de este año 2025 hará ya 45 años que Carl nos lanzaba esta advertencia.
Temas clave del episodio:
La exploración científica de Venus
El efecto invernadero y el cambio climático
La evolución del conocimiento astronómico sobre otros planetas
Las consecuencias de la ignorancia ambiental
La responsabilidad científica frente al futuro del planeta
Después de ver Cielo e infierno, me quedó una certeza: la exploración del cosmos no es solo un acto de curiosidad. Es una necesidad. Porque al conocer otros mundos, tal vez logremos salvar el nuestro.
Hasta aquí llega esta cuarta entrega sobre esta maravillosa serie documental, que capítulo tras capítulo demuestra que, a día de hoy, sigue estando muy vigente. O, al menos, debería estarlo para todos nosotros, por muchos de los mensajes que transmite.
En el próximo capítulo, Blues para un planeta rojo, Carl Sagan nos lleva a Marte, un mundo que ha fascinado a la humanidad durante siglos.















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